En julio de 2014, en los vastos y fríos bosques de Siberia, se vivió una historia que conmovió a todo el país y al mundo. Una niña de apenas 4 años llamada Karina Chikitova desapareció misteriosamente en las profundidades del bosque cercano a su aldea en la región de Irkutsk.
Karina, una niña de padres separados que vivía con su madre en una comunidad cercana, salió con su perra Naida tras ver a su padre irse en una camioneta. Sin que nadie lo notara, siguió a su padre, adentrándose sin saberlo en un territorio peligroso donde pronto se perdió. La lejanía de la región y la falta de comunicación retrasaron la alarma, y sus padres pasaron varios días sin saber su paradero.
La búsqueda, que incluyó helicópteros y equipos de rescate, parecía infructuosa. Sin embargo, lo que marcó la diferencia fue la lealtad y valentía de Naida, la perra de la familia. Durante más de una semana, la mascota permaneció junto a Karina, protegiéndola del frío, cavando un refugio para esconderla de los depredadores y brindándole consuelo en la naturaleza. La niña sobrevivió bebiendo agua del río y comiendo bayas silvestres, con Naida a su lado noche tras noche.
El día 12, un ladrido rompió el silencio del bosque. La perra guio a los rescatistas hasta el escondite improvisado de Karina. La niña, débil y llena de picaduras, pesaba apenas 10 kilos, pero conservaba su espíritu. Al encontrarla, solo abrazó a un oficial y rompió a llorar.
Karina fue rescatada milagrosamente y su recuperación, tras una larga lucha, fue exitosa. Su historia de supervivencia y la devoción de Naida se inmortalizaron en la memoria colectiva, y en su honor se erigió la estatua “La chica y el perro” en el aeropuerto de Yakutsk.
La escultura simboliza no solo la resistencia de una niña perdida en la naturaleza, sino también la lealtad inquebrantable de una perra que nunca la abandonó.