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La Inquebrantable Lealtad de Bobby: Un Legado de Amor y Devoción en Edimburgo

“Bobby, muerto el 14 de enero de 1872 a los 16 años. Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros. Ciudad de Edimburgo”
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Edimburgo, Escocia – En un rincón de la historia escocesa, se encuentra la conmovedora y trágica historia de John Gray y su fiel compañero, Bobby. En el año 1850, este jardinero y su familia se trasladaron a Edimburgo en busca de mejores oportunidades laborales, sin saber que su vida daría un giro inesperado. A pesar de sus esfuerzos, John solo logró conseguir un puesto como vigilante nocturno. Sin embargo, la condición de su empleo era que, en sus rondas, estuviera siempre acompañado por un perro guardián, a quien le dieron el encantador nombre de «Bobby», un diminuto Skye Terrier.

La relación entre John y Bobby floreció rápidamente, convirtiéndose en una amistad inquebrantable. Durante ocho largos años, los dos compartieron noches frías y solitarias, patrullando las calles de Edimburgo. Pero las adversidades también marcaron el destino de John. En 1858, el jardinero contrajo tuberculosis, una enfermedad que acabó con su vida el 15 de febrero de ese año. Su muerte conmovió no solo a su familia, sino a toda la comunidad local, quienes reconocían y respetaban al vigilante nocturno.

La escena de la ceremonia fúnebre, con Bobby manteniéndose a un lado del féretro, fue desgarradora. El pequeño perro no solo permaneció durante toda la vigilia sino que también optó por no abandonar el cementerio tras el sepelio de su amado amo. Lo que al principio se pensó que sería una cuestión de días, se transformó en una ejemplar demostración de lealtad, pues Bobby se negó a abandonar la tumba de John Gray, incluso ante las adversas condiciones climáticas que azotaban la ciudad.

El encargado del cementerio, conmovido por la devoción inquebrantable del perro, intentó varias veces desalojarlo, pero Bobby siempre regresaba al mismo lugar. Finalmente, el encargado construyó un pequeño refugio de tablas junto a la tumba, dándole un lugar donde resguardarse. La nobleza y fidelidad de Bobby se convirtieron en un símbolo de lealtad para la ciudad, atrayendo la atención de los ciudadanos y convirtiendo al perro en una figura emblemática de Edimburgo.

Aquel mismo año de 1867, el Consejo de la Ciudad de Edimburgo implementó una ley que exigía el registro de todos los perros en la ciudad previo pago de un impuesto. De acuerdo con esta legislación, los perros no registrados o sin dueño serían sacrificados. La situación de Bobby era compleja, ya que no contaba con un dueño oficial. Fue entonces cuando el alcalde de Edimburgo, Sir William Chambers, tomando en cuenta la popularidad y la conmovedora historia de Bobby, decidió pagar su licencia indefinidamente, declarando al perro como propiedad del Consejo de la Ciudad.

A lo largo de los siguientes 14 años, Bobby continuó rindiendo homenaje a su amo, regresando invariablemente a la tumba después de recorrer el viejo pub «Greyfriars Place», donde el dueño siempre lo esperaba con una comida a la misma hora, tras el disparo de cañón que marcaba el almuerzo en la ciudad. Esta rutina se convirtió en un espectáculo que atraía la curiosidad y la admiración de los habitantes de Edimburgo, quienes veían en Bobby un testimonio tangible de la devoción y el amor incondicional.

El 14 de enero de 1872, con una edad estimada de 16 años, Bobby cerró su capítulo en la tierra, falleciendo sobre la misma tumba de su viejo amigo. Su partida dejó un vacío en los corazones de aquellos que conocían su historia. Sin embargo, su legado fue inmortalizado por la baronesa Angela Burdett-Coutts, quien, un año después de su muerte, erigió una columna en la plaza frente al pub de Greyfriars, donde una escultura de Bobby conmemora no solo su vida, sino el vínculo extraordinario que compartió con John Gray.

La placa que acompaña la estatua reza: “Bobby, muerto el 14 de enero de 1872 a los 16 años. Que su lealtad y devoción sean un ejemplo para todos nosotros. Ciudad de Edimburgo”. Esta conmovedora historia continúa resonando en el corazón de la ciudad, recordando a las generaciones futuras que la lealtad y el amor trascienden incluso a la muerte. Bobby, el perro que se convirtió en leyenda, sigue siendo un símbolo del cariño inquebrantable y la devoción que perdura a lo largo del tiempo.

  1. Bobby, ejemplo de lealtad, fidelidad y amistad. Con Muy Wuau conocemos historias como la de este amiguito perruno, gracias por compartirlas!

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