
Guías caninos de la Policía Local de varios ayuntamientos madrileños exigen que la Ley de Bienestar Animal reconozca a los perros de trabajo de sus unidades. Argumentan que la actual normativa ignora su situación específica, generando un vacío legal que perjudica tanto su protección como su operatividad, al ser considerados herramientas policiales esenciales.
Los agentes señalan la falta de un sistema de identificación oficial que vincule claramente al perro con su guía y la institución policial. A pesar de su labor de apoyo, muchos canes carecen de un distintivo visible que los reconozca como agentes de la autoridad. Los guías solicitan una placa o señalización en el arnés o collar, similar a la de los perros de asistencia, para evitar confusiones y garantizar su legitimidad en intervenciones.
A esta reivindicación se suma la petición de que los perros puedan acceder a espacios públicos y privados durante su etapa de formación, un proceso crítico para su socialización y desarrollo de competencias laborales. Aseguran que esta medida no solo mejora el rendimiento del animal, sino que también repercute positivamente en la calidad del servicio que prestan a la ciudadanía.
Los guías plantean además que se reconozca oficialmente a los canes como miembros de las unidades K9 y que se instauren condecoraciones en fechas señaladas, como San Antón, para aquellos perros que hayan destacado por actuaciones relevantes a lo largo del año, incluso a título póstumo.
Desde la Asociación Aula Abierta K9, su presidente e inspector, Alfonso Toribio, celebra el impulso que están recibiendo las unidades caninas gracias al Programa ESICAM179, financiado por la Comunidad de Madrid. “Invertir en unidades K9 es invertir en seguridad, servicio público y profesionalización”, afirma. Toribio destaca también la consolidación de un itinerario formativo alineado con el Certificado de Capacitación Profesional, lo que permite mantener estándares homogéneos y elevar el reconocimiento del guía dentro de la estructura policial.
No obstante, insiste en la necesidad de que la normativa contemple a los perros de trabajo como perros de utilidad, especialmente en lo referente a su movilidad fuera del servicio: “Es incoherente que un recurso policial especializado no tenga libertad de desplazamiento acorde a su función. Un perro K9 debe ir siempre acompañado de su guía, también en fases de entrenamiento. Es una cuestión de seguridad y de bienestar animal”.
Los guías apuntan además a un problema cotidiano: la falta de libertad de acceso obliga en ocasiones a dejar a los perros en los vehículos policiales o en perreras durante las pausas de servicio. “Paramos a comer y después tenemos que volver a por ellos”, explican. Disponer de acreditación suficiente evitaría estas situaciones, mejoraría el vínculo guía-perro y permitiría mantener la continuidad del servicio.
Mientras otros cuerpos policiales europeos ya disfrutan de estas facilidades, los guías madrileños insisten en que ha llegado el momento de actualizar la normativa. Su objetivo: garantizar el bienestar y reconocimiento de unos animales que, más que herramientas operativas, se han convertido en compañeros indispensables en la seguridad ciudadana.
