Hoy tenemos el honor de conversar con Manuel Gavilán, referente en la defensa de los derechos de los usuarios de perros de asistencia en Andalucía. Padre de tres hijas, esposo dedicado y usuario de Aslan, un labrador chocolate de casi siete años, Manuel no solo cuenta con una sólida trayectoria como perito judicial jubilado, sino que también ha convertido su experiencia personal en un compromiso social.
Gracias a su empeño, en Andalucía existe hoy un marco legal y reglamentario sólido en torno a los perros de asistencia, abarcando desde su definición oficial hasta el registro de animales y centros de adiestramiento.
Consciente de la importancia de normalizar la presencia de estos perros en la vida pública, Manuel dedica gran parte de su tiempo a divulgar. Ha escrito el libro “Aslan alerta médica, mucho más que un perro” y el cuento “Aslan, un ángel de 4 patas”, cuyos beneficios se destinan a proyectos sociales como Proyecto Ángel.
En esta entrevista nos comparte no solo su historia junto a Aslan, sino también su visión sobre el papel insustituible de estos animales extraordinarios.
Aslan llegó por “causalidad”. Fue gracias a “Nico”, entrenador de MMA de la familia y también instructor canino, quien me habló de la posibilidad de entrenar a un perro para anticiparse a mis episodios de hipoglucemia. Tras perder el páncreas, sufro bajadas bruscas de glucosa sin síntomas previos.
Me puse en contacto con un criadero en Segovia que seleccionó el mejor ejemplar para esta función, y después con Felipe Villanueva, de APORT, quien evaluó a Aslan y se encargó de su entrenamiento, junto con mi formación como guía.
Está adiestrado para detectar hipoglucemias con unos 15 minutos de antelación al sensor que llevo implantado. Su aviso es inequívoco: ladra y me toca con la pata. Eso me permite reaccionar rápido, ya sea deteniendo la insulina, descansando o tomando glucosa líquida. Todo gracias a su olfato, entrenado específicamente con mis muestras biológicas.
Uno muy claro fue en la parada del metro de Nevada. Yo hablaba por teléfono cuando Aslan empezó a ladrar y a empujarme con las patas al pecho. Insistió tanto que tuve que sentarme. Justo entonces llegó un vigilante que me ayudó a tomar un zumo, porque ya no podía coordinar mis manos. Sin esa alerta, quizá hoy no estaría aquí. Siempre digo: “Aslan dedica su vida a salvar la mía, porque siente lo que yo no siento”.
El proceso tuvo tres fases:
Por completo. Ahora nuestras rutinas están coordinadas: comidas, paseos, ejercicio, cuidados… Todo favorece mi control de la diabetes. Además, Aslan me acompaña en mis gestiones, consultas médicas o compras, siempre con discreción. La gente suele decir: “Parece que no hay perro”.
Al principio había desconocimiento: me llamaban “guarro” por entrar con él en un ascensor o incluso me grababan en la playa. Hoy, gracias a la divulgación, la mayoría nos recibe con admiración. Muchos me saludan con el signo de Aslan en lengua de signos (mano en la frente simulando la oreja de un labrador).
El principal es el desconocimiento social y profesional sobre los perros de asistencia y nuestro derecho a acceder a cualquier espacio. Además, aprender a conocer sus necesidades, quererlo sin humanizarlo y entender cada gesto suyo es un compromiso diario.
Es mi ángel de cuatro patas. No perdí un páncreas, gané un compañero de vida. Mis 24 horas son con él y cuando no está, me falta algo. Me mantiene activo, social, emocionalmente equilibrado. La gente ya no me reconoce sin él.
Que se informen. Hay cinco tipos de perros de asistencia: guía, señal, alerta médica, TEA y servicio. Todos salvan vidas y merecen respeto. Mi deseo es que más profesionales y ciudadanos se formen para comprender la magnitud de su labor.
Primero, que lea mi libro “Aslan alerta médica, mucho más que un perro”. Allí explico tanto la parte bonita como la de compromiso y responsabilidad. Luego, que busque profesionales honestos, respetuosos con los perros y con la situación de salud de cada usuario. Solo así se logra una verdadera calidad de vida en el binomio persona-perro.
Manuel Gavilán nos demuestra con su historia que un perro de asistencia no es solo un apoyo médico: es un compañero de vida que cambia rutinas, abre caminos y salva vidas en silencio.